La ironía es la erótica de la dialéctica

díez+díez

19/09/12. (Sala 288)

LA FUNCION SIGUE A LA FORMA
QUE SIGUE A LA FUNCIÓN
QUE SIGUE A…

A los hermanos Díez, los díez, no les gusta que se haga broma con su nombre. Ni que les llamen 10, ni como como son dos, 20. Ni 10X2, ni Ten Brothers ni nada de eso. Son unos tíos muy serios, aunque ahora se permitan ironizar dialécticamente. Tampoco les gusta que se confunda su labor como diseñadores serios, firmando díez+díez diseño, con los creadores, también serios, pero juguetones firmando confusamente díez+zeíd. Lo cierto es que su trayectoria les ha llevado a investigar en territorios diferentes llevados por su irrefrenable impulso creativo y su afán reflexivo. Son de los pocos que gustan teorizar sobre lo que hacen y hacer filosofando.

Supongo que hay uno de los dos, Javier o José Luis que es más imaginativo, y el otro más racional, pero luego cambian sus roles y se retan el uno al otro en ser lo contrario. O bien uno sosiega al otro, o se envalentonan al unísono. Yo que sé. Lo seguro es que llevan ya varios años apostando por esta difícil profesión-vocación que es el diseño. Harto dura sobre todo en España, antes de la crisis y ya no digamos cabalgando furiosamente sobre ella como ahora acontece.

Su trabajo La ironía es la erótica de la dialéctica, podría llamarse “voilà”, y se viene gestando hace años. Se presentó una primera familia de piezas en Madrid y luego en Vigo, pero la prole ha ido creciendo. Ahora han llegado hasta La Sala Vinçon en Barcelona, algo así como la Meca (pero más pequeñita y en un altillo) del diseño patrio y extranjero. Una sala por donde han desfilado desde Tusquets a Sottsass, Mariscal, Castiglioni, Ron Arad, etc. Los díez trabajan sobre el objeto creando ocurrencias materiales. Podemos decir que son sorpresas gráficas o volumétricas de distinto porte y calado que pretenden provocarnos un ¡guau! mental.

Quieren convertir al visitante en padrino de cada criatura. Visto al revés, sus piezas quieren el cariño de los que las contemplan y les piden ser adoptadas pero ¿para qué? Para alegrarles la vida. Ese y no otro, es el último objetivo de todo diseño, sea utilitario o decorativo. Siempre existe una función, sea esta sentarse, iluminar un espacio o tu cara con una sonrisa. No hay nada absolutamente inútil. Nada de fronteras entre función y forma.

Los díez no están solos en esta aventura de jugar con los objetos. Trabajan en un terreno con antecedentes ilustres, desde el absurdo imposible de Carelman a los sutiles poemas visuales de Brossa cargados de mala baba, pasando por la sutileza de un Chema Madoz. Pero hay muchos otros artistas conceptuales que han jugueteado con los objetos, incluido Manzoni que llenó una lata de conservas de contenido que nadie ha abierto para degustar. Nada de fronteras entre arte y objeto.

La aportación de díez+zeíd reúne varias virtudes. Por un lado constituye un soplo de aire fresco en el diseño estrictamente funcionalista que domina el mercado. Por otro nos muestra su ingenio. Y no cae en el gadget consumista ni en la bromita banal. Son conceptos ocurrentes cuyo mérito es haber pasado de la idea, no siempre fácil, e incluso del papel, ya un poco más difícil, a la realidad, toda una hazaña. Piezas únicas que van buscando espectadores, y compradores, sensibles. Saludamos su aportación como una nueva línea de investigación formal que enriquece su carrera profesional y el panorama del diseño español. O también el del arte objetual, como se quiera. Nada de cajones estancos.

Ahora bien ¿qué utilidad tiene este meritorio ejercicio especulativo? Sin duda más sentimental que práctica. Yo con el paso del tiempo me voy convenciendo que los diseñadores, digan lo que digan, diseñan solo lo que les apetece y luego lo justifican. Que si la forma sigue la función, que si al contrario; que si decorar también es una función, pero no utilitarista; que si la trasnversalidad o la vuelta a la disciplina estricta, bla, bla,…Cuando los díez hacen diseño serio para la producción seriada, la forma del objeto debe seguir a la función. Pero ahora con La ironía…, la función sigue a la forma, pero tampoco del todo. En verdad lo que quieren es expresar su talento esperando que alguien lo aprecie y lo adopte. Yo sé que en el fondo les dará mucha pena vender estas piezas, les gustaría guardárselas todas como hijos suyos que son, un poco díscolos. Pero yo animo a los visitantes a que congenien con alguna pieza para arrebatársela para que ellos se vean en la tesitura de seguir haciendo más. Este tipo de objetos son tan necesarios como una silla. Igual que una taza es más inútil que un poema.

Juli Capella

– Comisario: Juli Capella
– Dirección de Arte: Noela Gutiérrez