Encendido

Alicia Fingerhut

17/06/81. (Sala 072)

Del 17 de Junio al 4 de Julio 1981

Las telas de esta obra (óleo y composición fotográfica) expresan unos conceptos que son siempre extremos. De las figuras y composición de formas se percibe una vocación antigua y directa para explicar un mundo personal que, de otro modo, se adivina intransmisible.

La obra de Alicia Fingerhut consigue, a pesar del método libre, una extraña coherencia.

Encendido

Es una pintura épica. Anti-lírica y antirrapsódica. Importa sólo la acción. Y es la acción el tema dominante. Los detalles, los pequeños detalles que acompañan a la acción son como el estandarte del caballero o el velo de la dama anudado a su adarga. Lo que importa es el trote del paladín en la batalla, en el torneo, en el juego peligroso de la vida. No hay héroes ya, o son anónimos. Quedaron relegados al papel del bajo continuo de la comparsa. No hay individualidades. Se fundieron en el quehacer común, en los hábitos indiscernibles de una sociedad sin documentación y sin rostro. No vemos los hechos. Ni los acontecimientos. Vemos la imposibilidad de encontrar un rostro donde mirar y un espacio donde guarecernos.

El conflicto épico es interior, íntimo, ya que frente a la realidad -el medio natural y el espiritual- el hombre se resiste al sometimiento y lucha con toda la energía de su individualidad. Y en los acontecimientos se manifiesta esta energía -de una manera concreta y natural- y que suceden en medio de la vida colectiva, en el centro de la vida en común. Éstas son las condiciones en que se desarrolló siempre la historia universal: la guerra es la misma, pero ha cambiando el lugar de la contienda, el campo de batalla. Y el espíritu humano es el mismo también: esforzándose por salir de la tiniebla de su conciencia -de la de todos- para acceder al espacio de la luz.

Sólo la suerte -y la estrategia- deciden el éxito o el fracaso, la muerte y la vida. Lo que realmente pasa delante de nosotros es un estado sublime y general en el que los actos de los hombres aparecen como hechos aislados y pasajeros sin significación y sin relieve, confundidos en al indiferencia total del pasar de la historia.

Sólo la fiebre, la calentura, ofrecen este impulso original que lanza al hombre contra la fatalidad. Fatalidad superior a él mismo, que le excede en potencia, en fuerza y también en resistencia. Salir a la plaza encendido.

Desconfiad de la imagen, recelad de la figura. Aquí la acción, el tema, llega a confundirse en ese continuo indiferente de donde salió; es la composición, el orden de las figuras y el deseo de re-composición los únicos árbitros, los que generan la reflexión y el sentimiento, los que confunden y los que alteran.

Antoni Marí